El viaje de su vida

 

Capítulo dedicado a Isabel Gil Huerta

 

Isabel nació en el año 1928 en Madrid. Le tocó vivir la guerra y la posguerra, tiempos difíciles. Empezó a trabajar desde joven bordando y cosiendo. Estuvo en Suiza unos cinco años trabajando en un taller, en aquella época. Después volvió a España y siguió bordando para el Corte Inglés, hasta que se jubiló. Le apasionaba viajar y conocer mundo. Visitó varios países de soltera con sus amigas y luego, ya casada. En Venecia llegó a estar tres veces, la última fue con nosotros.

Al fallecer su marido, continuó unos diez años viviendo sola hasta que tuvimos que tomar una decisión juntas y pensamos que lo mejor era tenerla cerca de nosotros para poderla atender, verla más a menudo y sobre todo para que al final de su camino se sintiese acompañada. La llevamos a una residencia al lado de casa, con unos jardines y unas vistas a la montaña preciosas. Al principio le costó adaptarse, pero le vino muy bien el cambio. Mejoró mucho en el ánimo y en su salud, gracias a las terapias en grupo, la gimnasia, el relacionarse con otras personas, estar atendida y saber que nos tenía cerca y vernos casi a diario. Siempre la encontraba cosiendo, haciendo punto, bufandas o leyendo.

Disfrutó mucho los paseos por el jardín, por el pueblo y cuando la sacábamos a cenar o a comer fuera. A los 90 años hicimos que su sueño se hiciera realidad: hacer un crucero por el Adriático. Fué su último viaje, ni siquiera la silla de ruedas fue un obstáculo para volver a viajar y además juntas, "nunca lo olvidaremos".

Y llegó la pandemia... Al principio no pensábamos en la magnitud de todo esto. Parecía estar todo controlado, por lo menos desde la distancia, pues no podíamos ver nada, había que confiar, parecía que no, pero al final entró y ahí empezó todo... Llegó a ir al hospital y estuvo una semana luchando, hasta que ya no pudo más y nos dejó. Después de estar casi dos meses sin poder verla, lo peor fue no poder acompañarla ni despedirla, como bien sabemos todos los que nos ha tocado pasar por esta trágica experiencia. No tengo palabras para explicarlo.

Siempre recordaremos sus ganas de disfrutar la vida, de aprender cosas nuevas, de conocer mundo hasta el final de su camino, siempre activa haciendo algo, su educación, su saber estar, su interés por los demás, su saber agradecer y sobre todo su cariño y el haberse dejado ayudar.

Gracias por todo. Estos últimos años a nuestro lado han sido un regalo y una experiencia preciosa para mi hijo que nunca olvidará. Sabemos que para tí también.
¡Hasta siempre, tía Isabel! Buen viaje